¡Ay, mi Isabel!
Por tocar tu mano,
no me importaría ser Abel,
tras
ser matado por su hermano,
pues el trago no sería en vano.
¡Ay, Isabel de
mis tormentos,
por oirte cantar por tientos,
yo sería un penado a
muerte,
pues me sonreiria la suerte
si pudiera oir tu canto!
¡Ay cada
vez que me levanto
me acecha el llanto,
por tus ojos, ¡Isabel!
Isabel la del mantón,
¡Ole la gracia de España!
Menea el mantón con
saña,
como la espada Napoleón.
Canta al "marinero de luces",
o
inmortaliza el "veneno",
pero yo sólo te pido,
por lo que ya
deduces,
que tu tembloroso manto,
adornando tu canto,
no falte en el
escenario,
pues es ya un ser ario,
cuando es movido por la reina,
y que
yo vaya a la trena,
si alguna vez te miento,
cuando te digo que cantes por
tientos,
¡Ay, moviento el mantón, Isabel,
pues con la expresividad de
éste,
echarán pestes
los habitantes de Babel!
Autor: Alfredo Romero