Sepultado yace un amor ya marchito
en la penumbra de una cueva perdida,
un amor que tuvo la gloria de ser querido
pero que callaron después de ser grito.
¡Ay, amante silenciosa, mi bella dormida,
a ti nadie te lloró, siquiera un gemido
te dedicaron cuando se apagó tu sonido!
¡Qué tristeza, cuánto, cuánto me da pesar
esa canción que agoniza allí desterrada,
en Cádiz, para siempre enterrada,
una canción que ella no quiere cantar...!
El día que naciste tú, ¿qué planeta reinaría?
Allá donde vayas, ¡qué mala estrella te guía!
Estrella de plata, la que más reluces,
¿Por qué no le libras de su calvario?
así solitario vagará entre las luces...
Canción olvidada, si acaso un día salieras
de Cádiz, y a sonar como antaño volvieras,
no solamente yo, sino otras muchas almas
se alegrarán un montón de volverte a oír,
¡y yo de aplaudir me romperé las palmas!
Jose María Rey - L' Hospitalet de Llobregat, Barcelona (ESPAÑA)